martes, 5 de abril de 2011

un pacto con la muerte

Si os dijera que la muerte existe me tomaríais por loco, pues hacedlo. Existe la muerte, la parca, la moria... y no lleva guadaña, ni túnica negra, ni es un esqueleto, ni es vieja. Es joven, la mujer más bella que existe, tez pálida y de una suavidad inhumana, estatura media y pelo largo y rojo. Pero hay algo que sí lleva, un reloj de arena.
La conocí de una manera extraña para ser ella, en un bar. La invité a un trago y ella dijo que hacerle la pelota al jefe nunca dio buenos resultados. Hablamos toda la noche y me parecio de lo mas agradable, pero sus ojos denotaban profunda tristeza.
Salimos del bary llegamos, sin saber por qué, a un oscuro callejón. Entonces alzó en su mano un reloj de arena.
-Hola, soy La Muerte, te quedan 24 horas de vida, pero como has sido bueno conmigo te propongo un trato: el tiempo que decidas acortar tu vida sera el que se alargara en la persona que ames.
-Acepto... quiero morir ya.
-De acuerdo.
Se acercó y me besó.
Fue un beso normal, pero poco a poco me empecé a sentir débil. Mis piernas se entumecieron, temblaron y caí de rodillas. Entonces algo empezo a pasar de mi boca a la suya, algo cálido y pastoso, denso pero suave... mi vida. El entumecimiento se extendió y comenzó el frío. Pronto quedé tumbado mientras gota a gota mi vida salía de mi y me abandonaba. Entonces escuché un potente y sonoro latido. El último.

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