miércoles, 15 de junio de 2011

Agonía y dolor

Saludos queridos lectores, es la primera vez que me dirijo a vosotros. No se si os gustaran mis relatos o los considerareis aberrantes. Bueno esta entrada es de una crueldad, un sadismo y en definitiva una agonia con la que espero superar la Macabra Tortura. El otro día mirando por internet encontre un instrumento de tortura de lo mas curioso... El toro de Falaris. Que lo disfruteis.

Yo, un simple esclavo, condenado a morir en el circo. Mis grilletes se incrustaban en las marcas de sangre reseca y gangrenada en torno a mis muñecas y tobillos. Las heridas de mi espalda de los latigazos sangraban lentamente. Pero no había derramado ni un solo grito de agonía en ninguna tortura.
Fue salir a la arena y ver algo por lo que comencé a reberlarme por puro miedo y a gritar antes incluso de llegar. Habia oído hablar de tal maquina, pero nunca imagine que seria ella mi verdugo. El toro de Falaris
un toro de bronce de dos metros de diametro  cuyo interior hueco sería mi última celda. El único orificio aparte de la entrada, que se cerraba con sucesivos candados, era la boca del animal.
Yo me revolvía, sabía la agonía que me esperaba. Me acercaba la puerta estaba abierta y el interior oscuro. Me arrojaron al interior y cerraron la puerta. Olía a carne quemada hasta carbonizarla. Entonces oí como encendían la hogera bajo el animal de bronce. Yo gritaba piedad, suplicaba que me mataran de otra manera, pero el público se divertía con mis lamentos a traves de al boca del animal como si fueran mugidos.
Lentamente empecé a notar el calor bajo mis pies y las lágrimas de desesperación brotaron de mis ojos. El calor aumentaba. Yo intenté alejarme del centro del animal y aferrarme a las paredes alejandome de la fuente de calor. El calor aumentaba. Yo sudaba y las fuerzas me empezaban a fallar. El calor empezaba a ser asfixiante. Uno de mis pies resbaló y tocó el fondo. Solté un alarido, el suelo estaba casi ardiendo y si caía... Entonces en el centro empecé a ver un puntito rojo, el toro estaba poniendose al rojo vivo. El calor se propagó a las paredes y mis manos y pies no pudieron mas. Me escurrí y caí de bruces al fondo candente. Comencé a revolverme de dolor mientras veía y olía como mi piel se asaba y se llenaba de ampollas. Mis alaridos de dolor divertían al público que sencillamente se dedicaba a observar como en 4 minutos me achicharraba vivo. No pude mas, me mordí las venas.

2 comentarios:

  1. Es la primera vez que leo un relato relacionado con un toro de Falaris. Y esta muy bien descrito, sin duda

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  2. Gracias ^^ se hace lo que se puede

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