miércoles, 26 de octubre de 2011

Al Acecho (en honor al taekwondo)

Observaba emocionado lo que allí sucedía. Entre la muchedumbre de fans, compañeros y aficionados yo observaba con cautelosa emoción la belleza de los movimientos de ambos participantes. El lugar era amplio, bien iluminado y ventilado, pero aun así el ambiente estaba cargado, poco a poco parecía que todo se oscurecía y hacía mucho calor dada la tensión del combate. El público poco a poco se fue callando hasta sumirse todo en un tenso silencio. 
Sus cuerpos se desplazaban con precisión cirujana. Podía apreciarse el sudor de sus trajes bajo las protecciones haciendo que se marcaran los músculos. Los golpes iban y venían a gran velocidad. Ambos jadeaban y el marcador estaba empatado cuando el árbitro dio fin al combate. Ambos competidores fueron a sus asientos para recuperarse durante un minuto. A mí me parecieron horas, para ellos segundos. Regresaron al tapiz y el árbitro proclamó punto de oro, un solo golpe sería el decisivo. Rapidez, agilidad, astucia... todo se mezclaba en las mentes de ambos.
Sonó el silbido y uno de ellos retrocedió distanciándose y quedándose quieto e inmóvil, esperando. En su cara se dibujaba una sonrisa de victoria que mostraba la seguridad en sí mismo que tenía. Esa parada no solo paro por unos segundos el combate, la tensión ya era intensa antes de eso. Inmóvil. Esperando. Frío y calculador. Completamente al acecho y tan tenso que hasta el tigre más voraz se amedrantaría. Esa tensión paró hasta el latir de los espectadores por unos segundos.
Todo sucedió muy rápido. El contrario se precipitó y él le esperaba, sonriente, había ganado antes incluso de dar el pitido el árbitro. En un contraataque de velocidad y belleza sin igual su cuerpo voló en un giro, su pierna se alzó asestando un brutal talonazo en la sien. La postura era magníficamente hermosa. Su cuerpo formaba la figura perfecta de una guadaña y ,segando cual parca la vida de su oponente, el oponente cayó muerto sobre el tapiz.

domingo, 2 de octubre de 2011

La Gota

Me negaba a hablar y ellos no dudaron en utilizarlo. Me ataron boca arriba sobre una camilla inclinada de madera. Mi cabeza quedaba colgando del borde superior y sobre ella un cubo metálico pendía de unas cadenas.
Una vez fui inmovilizado, llegaron el cubo con agua de mar, o por lo menos olía salado. Cuando estuvo lleno, empezó a caer una gota cada cinco segundos en mi frente. A los pocos minutos tenía el pelo y la cara empapados, junto a la sal que se acumulaba y provocaba que me pícara todo. Pasada una hora, me encontraba empapado de pies a cabeza. Todo el cuerpo me picaba y no podía moverme.
Hora tras hora, mi cuerpo se deshidrataba y la sal provocaba que se me cuarteara la piel, eso sin contar que poco a poco mi frente empezaba a erosionarse. Había perdido la cuenta de las horas que habían pasado, y se me habían hecho días. Gota a gota. Gota a gota. Gota a gota. Gota. Gota. Gota... a gota.
Resonaban en mi cabeza como tambores y en mi frente el dolor ya era muy fuerte . Tenía sed, mucha sed, pero ese agua salada mala calmaría; por la contra, la aumentaría. El tiempo pasaba y el picor se tornó dolor cuando la sal empezó a provocar ampollas y deshidratar el cuerpo. Mi frente estaba en carne viva y cada gota que caía erosionaba aún más la piel que se escocía con la sal.
 Rellenaron el cubo y decidí confesarlo todo. Ella sonrieron, y se marcharon dejándome ahí metido. Grité ayuda, perdón, injurias, pero nadie vino. Y una a una, las otras caían del cubo mermando mis fuerzas, mi vida y mi piel.
Tras varias horas la hipotermia se apoderó de mi cuerpo provocando tiritonas que habrían grietas en mi piel, por las que finos hilos de sangre corría un junto al agua. Las gotas habían llegado ya al cráneo y el sonido al estrellarse me retumbaba como mi tambores resonando mi cabeza. Mis ojos estaban casi secos por la gran cantidad de sal que había en ellos. 
Finalmente, murí loco del retumbar, frío de la hipotermia, taladrando en la frente hasta el cerebro, ciego y como una estatua de sal agrietada.

jueves, 4 de agosto de 2011

Devorado

Olor a putrefacción penetrando por la nariz, miles de manos agarando y tirando de mi piel. Poco importaba quitarse de encima a uno, otro ocupaba su lugar. La resistencia era inutil, pero el instinto me hacía luchar, aun mientras habían empezado a morderme.
El dolor era inhumano, los mordiscos de esos seres, infestados de bacterias, quemaban como el hierro candente. Sus uñas desgarraban mi piel y se astillaban dejando trozos que se incrustaban con cada movimimiento que hacía.
Los dolores más agudos fueron cuando me arrancaron de cuajo algun tendón. Suerte que m cerebro colapsó cuando uno me mordió la tráquea.

miércoles, 29 de junio de 2011

Porque el amor se sirve frío

Poco a poco tu chuchilla penetra mas en mi cuerpo hiriendome de muerte. Pero soy yo quien, poco a poco, se acerca a ti, aun que fuiste tu quien me apuñalo. Soy yo quien avanza con un unico objetivo... venganza. Me acerco, poco a poco las fuerzas me abandonan; casi estoy alli, un poco mas cerca... Por fin cara a cara. Miro atras... un rastro de sangre marca lo que he recorrido hasta ti solo por venganza. Vuelvo la cabeza... la vista se me nubla, pero no lo suficiente como para ver aun tus ojos tus preciosos ojos marrones... Me acerco a tu oido y susurro mi venganza de la forma mas tierna, mas dulce y sincera del mundo para que no me supiera amargo decirte que acabas de perder a una persona que te llego a amar.

martes, 28 de junio de 2011

Dulce venganza (en especial cariño para Akira)

Ahhh cuan dulce es la venganza, y más cuando es merecida. Mi padrastro era un maltratador si, pero si hablamos de grados de crueldad me llevo yo la palma.
Él, además de maltratador, a escondidas de mi madre se dedicaba a abusar sexualmente de mi dulce y joven cuerpo... pobrecito. Un dia que disfrutaba maltratandome le lancé una mirada de sumisión junto a una sonrisa algo pornosa. Él se escitó bastante y decidí jugar con él un poco sentandome encima. Me restregué un poco y él se dejó hasta que ví la oportunidad. Me lancé a su cuello y de un mordisco le arranqué la yugular.
Comenzó asi a sangrar como el cerdo que era, su sangre cálida me bañaba por completo. La sangre le llenaba el cuerpo. tardó a pernas un par de segundos en desangrarse.
Asi fue como maté a mi odioso padrastro.

lunes, 27 de junio de 2011

Infarto de amor (para una gatita pellizcona)

"... lo siento, pero creo que deberiamos dejarlo..."
Sus palabras resonaban en mi mente una y otra vez, como una voz que lo único que quiere es verme sufrir. Cada letra de esa frase arrancaba una lágrima de mis ojos que resvalaba y caía en mi almohada empapada. Mi nariz atascada me impedía tomar bien el aire, que entraba en forma sollozos sordos por mi boca. Sentía frío. Mis pies estaban helados y algo amoratados al igual que mis labios y mis manos.
Cada temblor de mi cuerpo me dolía como una paliza.
"... lo siento..."
Yo si que lo siento, siento soledad, siento frío sin tu calor, siento un vacío en mi pecho en el lugar donde debió estar mi corazón. El aire me empezaba a faltar. Perfecto un ataque de ansiedad...
"...lo siento... lo siento, pero creo... pero creo que deberíamos..."
Se repetía una y otra vez en mi cabeza, me dolia mucho. Pero más me dolía el corazón que me palpitaba como un martillo neumatico en el pecho. Sentía que se me podría salir en cualquier momento, e ir en tu busca pues tuyo fue, tuyo es y tuyo será por siempre.
"... Dejarlo, dejarlo, dejarlo, dejarlo..."
No, no puede acabarse así, me niego... Respiraba con dificultad cuando de repente un fortísimo dolor en el pecho me hizo soltar un grito ahogado que se convirtio en mi último aliento...
-Me has... roto el corazón...

Lanzamiento al vacío

Toda mi vida arruinada. Mi exmujer me había arrebatado todo: mi casa, mis hijos... Duermo en un maldito coche y ni siquiera tiene compasion de mí. Por eso estoy en lo alto de este rascacielos, para lanzarme al vacío.
La vista impresionaba bastante 120 pisos son muchos pisos... pero también era hermosa por el miedo que provocaba. Mis pies estaban en el borde, miré hacia abajo y una sensacion de angustia se apoderó de mi cuerpo cuando una fuerte ráfaga de viento me empujó lo suficiente como para desequilibrarme.
No lo pensé, salté.
Un segundo quedé en el aire suspendido, me pareció toda una vida pero hasta eso se parecía a mi vida, comencé a caer. Al principio una sensación de viento agradable, pero en unas fracciones de segundo ese viento se convirtió en una lija para mis ojos y para mi piel. Me quemaba demasiado y cada vez mas intenso. Yo me revolvía. El suelo se acercaba y la impresión fue tal que grité
-!NO QUIERO MOR....

miércoles, 15 de junio de 2011

Agonía y dolor

Saludos queridos lectores, es la primera vez que me dirijo a vosotros. No se si os gustaran mis relatos o los considerareis aberrantes. Bueno esta entrada es de una crueldad, un sadismo y en definitiva una agonia con la que espero superar la Macabra Tortura. El otro día mirando por internet encontre un instrumento de tortura de lo mas curioso... El toro de Falaris. Que lo disfruteis.

Yo, un simple esclavo, condenado a morir en el circo. Mis grilletes se incrustaban en las marcas de sangre reseca y gangrenada en torno a mis muñecas y tobillos. Las heridas de mi espalda de los latigazos sangraban lentamente. Pero no había derramado ni un solo grito de agonía en ninguna tortura.
Fue salir a la arena y ver algo por lo que comencé a reberlarme por puro miedo y a gritar antes incluso de llegar. Habia oído hablar de tal maquina, pero nunca imagine que seria ella mi verdugo. El toro de Falaris
un toro de bronce de dos metros de diametro  cuyo interior hueco sería mi última celda. El único orificio aparte de la entrada, que se cerraba con sucesivos candados, era la boca del animal.
Yo me revolvía, sabía la agonía que me esperaba. Me acercaba la puerta estaba abierta y el interior oscuro. Me arrojaron al interior y cerraron la puerta. Olía a carne quemada hasta carbonizarla. Entonces oí como encendían la hogera bajo el animal de bronce. Yo gritaba piedad, suplicaba que me mataran de otra manera, pero el público se divertía con mis lamentos a traves de al boca del animal como si fueran mugidos.
Lentamente empecé a notar el calor bajo mis pies y las lágrimas de desesperación brotaron de mis ojos. El calor aumentaba. Yo intenté alejarme del centro del animal y aferrarme a las paredes alejandome de la fuente de calor. El calor aumentaba. Yo sudaba y las fuerzas me empezaban a fallar. El calor empezaba a ser asfixiante. Uno de mis pies resbaló y tocó el fondo. Solté un alarido, el suelo estaba casi ardiendo y si caía... Entonces en el centro empecé a ver un puntito rojo, el toro estaba poniendose al rojo vivo. El calor se propagó a las paredes y mis manos y pies no pudieron mas. Me escurrí y caí de bruces al fondo candente. Comencé a revolverme de dolor mientras veía y olía como mi piel se asaba y se llenaba de ampollas. Mis alaridos de dolor divertían al público que sencillamente se dedicaba a observar como en 4 minutos me achicharraba vivo. No pude mas, me mordí las venas.

jueves, 21 de abril de 2011

Electrizante

Y allí estaba yo. Mi paso era monótono, lento pero constante; andaba todo lo rápido que mis grilletes me lo permitían, y todo lo lento que los guardias a mi espalda me dejaban. Ese olor a sudor, mugre, sangre reseca, metal oxidado y sobretodo esa humedad cerrada a la que años antes me había acostumbrado, volvió a mi nariz provocando una sonrisa. Es increible lo que una sonrisa puede provocar en un pasillo lleno de presos pegados a los barrotes y espectantes ante la presencia de un condenado a muerte. Como una ola de rugidos de tigres y aullidos de lobos famelicamente agresivos, sus vítores de animo y confraternidad se extendieron a lo largo y ancho de toda la prisión. ¿Que cuál es mi condena? Asesiné a todos los miembros de la comisaria de mi ciudad.
Ese recuerdo me hizo sonreir aún más. Sí, los maté. Se lo merecían, eran unos corruptos que se quedaron impasivos ante una mafia que por accidente acabó con mi mujer. Ellos no hicieron nada porque les sobornaron y echaron tierra al asunto. Estoy contento de morir habiendo vengado su muerte.
Llegamos a la puerta detras de la cual me esperaba una silla de metal y y unos 10.000 voltios. Bueno por lo menos será rápido, unos 2 segundos de dolor. Me senté. Me pusieron unas correas. Me quitaron los grilletes. Me pusieron unos electrodos y me preguntaron si quería una ultima petición.
Sonreí y dije con todas mis fuerzas "¡COMEME LA POYA!"
Al instante senti una brutal corriente recorriéndome el cerebro y la columna vertebral. Mi sistema nervioso al completo se llenó de energía, mis neuronas empezaron a traer a una velocidad inusitada recuerdos de toda mi vida, más en concreto de mi amada. Su sonrisa, su pelo negro, largo y suave, su aroma a vainilla que tánto me gustaba al despertarme a su lado. Un segundo despues todos mis músculos se tensaron hasta desgarrarse o luxar la articulación a la que se unían y mi corazón se paró.

martes, 5 de abril de 2011

un pacto con la muerte

Si os dijera que la muerte existe me tomaríais por loco, pues hacedlo. Existe la muerte, la parca, la moria... y no lleva guadaña, ni túnica negra, ni es un esqueleto, ni es vieja. Es joven, la mujer más bella que existe, tez pálida y de una suavidad inhumana, estatura media y pelo largo y rojo. Pero hay algo que sí lleva, un reloj de arena.
La conocí de una manera extraña para ser ella, en un bar. La invité a un trago y ella dijo que hacerle la pelota al jefe nunca dio buenos resultados. Hablamos toda la noche y me parecio de lo mas agradable, pero sus ojos denotaban profunda tristeza.
Salimos del bary llegamos, sin saber por qué, a un oscuro callejón. Entonces alzó en su mano un reloj de arena.
-Hola, soy La Muerte, te quedan 24 horas de vida, pero como has sido bueno conmigo te propongo un trato: el tiempo que decidas acortar tu vida sera el que se alargara en la persona que ames.
-Acepto... quiero morir ya.
-De acuerdo.
Se acercó y me besó.
Fue un beso normal, pero poco a poco me empecé a sentir débil. Mis piernas se entumecieron, temblaron y caí de rodillas. Entonces algo empezo a pasar de mi boca a la suya, algo cálido y pastoso, denso pero suave... mi vida. El entumecimiento se extendió y comenzó el frío. Pronto quedé tumbado mientras gota a gota mi vida salía de mi y me abandonaba. Entonces escuché un potente y sonoro latido. El último.

martes, 8 de marzo de 2011

Macabra tortura (para ti querida minisádica)

Sí, soy culpable de su muerte y no solo de eso sino de mucho más. Lo torturé hasta que él mismo me pidio su muerte. Seguí torturándolo, hasta que le pidió a dios su muerte. Seguí torturándole hasta que le pidió a satan su muerte y la mía. Y solo cuando yo consideré que el infierno no podría castigarle peor de lo que yo lo había hecho permití que eligiera el suicidio o la tortura, el pobre tardo en superar su instinto de autoprotección una semana más.
Ahora os contaré cómo lo hice y por qué lo hice. El por qué es fácil, él me secuestró y me estuvo violando durante tres semanas hasta que me encontraron. Yo le tuve tres meses y una semana crucificado durante el dia y suelto de noche. Le puse unos grilletes de un metro de cadena en muñecas y tobillos, las cadenas llegaban hasta una rueda pasando por un soporte de madera que podía girar, separarse, etc. con la silueta humana, para mayor comodidad de manejo. Dividí los noventa días en 9 torturas, respeté horarios de comidas y nutrición, no quería que se me muriese antes de la cuenta. La primera tortura la hice con agua, una manguera que use hasta que el pelo de su cabeza cayó por completo al noveno dia, el décimo le dejé tranquilo. La segunda fue el fuego y no necesitle más que 20 mecheros. Le quemé las plantas de los pies, las palmas de las manos y los testículos en intervalos de 15 segundos con 1 minuto de descanso. No quería quemaduras graves. Lo hice durante los días 20 a 30. La siguiente fueron las agujas y el alcohol. con una aguja de coser le hacía picotazos para después rociarle alcohol. Respetaba venas y me centraba en el torso y espalda. En mi cuarta tortura me centré en su pene que tanto le gustaba meterme. Informándome descubrí cómo suministrar la dosis necesaria de viagra para mantener una contínua erección. Al principio estaba normal pero el décimo dia tenía el pene hinchado y sobre todo irritado, casi en carne viva, entonces cojí un visturí y comencé a despellejarle el capullo como si fuera un plátano que le quitas lo negro. Le curé cuando se quedó sin miembro. En mi quinta tortura decidí no tenerle crucificado sino con las piernas abiertas pero el no era muy flexible y yo quería 180º de abertura para colocar un oscilador sujeto a un martillo. El oscilador aseguraba dar un golpe cada segundo no mas fuerte que que si te cae una manzana desde un árbol pero una hora tiene 3.600 segundos y un dia 43.200 segundos que durante 10 días son 432.000 golpes en los testículos. Sus grítos ya eran agónicos a las 3 horas. En mi sexta tortura le lijé todo el cuerpo y cada día, por la mañana le rociaba de sal y limón. Al día siguiente repetía el lijado donde se hubiera recuperado. En mi séptima tortura me encargué de dislocarle las articulaciones de cada dedo de la mano y pie, uno por día. Esque dudaba y si lo hacía hacia la derecha me parecia simple, pero cuando lo volvia a ver hacia la izquierda me parecía también feo. Acabé  por decidirme hacia arriba y atrás, es decir con la direccion opuesta al movimiento habitual. Mi octava tortura fue ardiente, bastante. Usé varios esprais de pimienta. Lloró mucho, no se si a la 5ª se quedó o no ciego pero sus ojos no deberían ser negros por completo, por nonma general. y mi novena tortura fue simple, un trozo de tela de seda en su garganta y dejar que agua la empape. Dicen que la sensacion es como la del ahogo pero basta con sacarla para recuperar el aire. Es cierto. En la semana que le dí para suicidarse le clavé en las muñecas y pies pinchos de acero inoxidable y clavados en el maniquí de madera. Podía quitarse la vida alejándose del soporte mientras caminaba por cristales rotos y alambres de  pinchos, los clavos dejaban salir la sangre poco a poco hasta que se desangró.
Eso fue todo, no hacen falta las gracias por hacer tu trabajo satán.

lunes, 7 de marzo de 2011

Beso de sangre (Dedicado a una amiga porque no todo es lo que parece)

Las historias de vampiros y vampiresas suelen ser tenebrosas, sensuales y fantásticas; y esta no es una excepción, pero si diferente. Me encontraba yo en un pub de stripers y había tomado varios rones de más. Querían cerrar y el dueño me echaba, pero yo no quería irme. El insistía. Y yo me negaba a irme. Discutimos y terminó llamando a seguridad, pero, en el último momento, una striper se me acercó y le dijo algo al dueño. El sonrió y le dio una cachetada al trasero.
- Toda tuya, puedes hacer con ella lo que quieras, durante toda la noche puedes quedarte aquí en una de nuestras habitaciones.
Era increíble, yo, hombre sin suerte ni futuro, le había gustado a esa chica. Y que chica... pelo largo y lacio, rojo como el más puro fuego al igual que sus ojos y sus labios.
-Te gusta el rojo...
-Me encanta el rojo, y el cuero también -dijo cogiéndome de la camisa y llevándome hasta una habitación- bienvenido a mi casa.
Encendió la luz y allí había una decoracion de lo más gótico y siniestro posible: paredes negras, un gigantesco pentáculo dorado en el suelo bajo un ataud-cama, látigos, fustas, instrumentos eróticos, trajes de lo más sujerentes desde Dómina hasta Sirvienta.
-Te gusta tu trabajo.
-Adoro mi trabajo. Y dime pues, ¿qué quieres que te haga? Pienso satisfacer absolutamente todos tus deseos- dijo y al sonreir vi dos colmillos pequeños.
-Bonitos colmillos...
-Oh, los has visto, muy observador y muchas gracias, es que soy una vampiresa.
-Que excitante vampirita.
-Lo se...
Su cuerpo era perfecto, sus pechos redondos y grandes juraría una 110, su cintura estrecha que formaba una bonita curva con su culo. Su piel blanca como la nieve y suave como la seda me provocaba frios y helados surcos de fuego en mi cuerpo con cada roce. Se quitó las botas, sus pies eran pequeños una 36, dedos redonditos y pequeños y empeine fino y estilizado, parecia que no tocaba el suelo como si se deslizara levitando.
-¿Te gustan?
-Son bonitos -dije mientras ella levantaba lentamente uno de ellos.
-Bésalo.
Sin saber por qué lo hice y eran suaves y muy sensuales. Estube largo rato haciéndolo, me resultaba agradable. Entonces me levantó y me llevó a su ataud-cama.
-Cierra, los ojos, vas a recibir el beso más placentero que existe... -los cerré -... el beso... - note su aliento en mi nuca y como su lengua acariciaba mi cuello -... de sangre.
El mordisco me pilló absolutamente por sorpresa. Mi sangre salía de mi cuello y entraba en su boca, pero no dolía, sino que era agradable un placer indescriptible me invadió y lo único que pasó por mi mente es "Sige bebiendo"
-Así lo haré querido -dijo una voz en mi mente.
Ese líqido rojo, símbolo de vida, de mi vida, ahora era suyo, era su vida; y pronto comenzaría la mía. La vista se me nubló y lo único que sentí fue cómo hasta la última gota de mi sangre salía de mí.
-Muchas gracias por la cena, la mordedura de un vampiro mantiene a la víctima viva hasta 2 minutos después de haberle quitado hasta su última gota. Adoramos la sangre fresca...
-No me arrepiento, iba a suicidarme, saber que mi vida por fin le sirve a alguien me quita un peso de encima, gracias.
-Valla eres muy considerado, nunca me he topado con alguien como tu y esta es tu recompensa -dijo dándome un suave beso con mi sangre aun en sus labios.
Era cálido y cuando enfoqué la vista y la miré a los ojos vi por primera y última vez que me había enamorado de la muerte.

viernes, 4 de marzo de 2011

Asesinato por encargo: Mercader, Edad Media

Y allí estaba yo, escondido entre las sombras. Él, opulentamente obeso, lleno de joyas y armando escándalo con dos putas en el callejón. El sitio perfecto para que muera una rata. Dispongo de armamento rústico: una daga afilada, cuatro agujas de 20cm y una maza. Será doloroso.
Mi contratista me había dicho de pagarme bien por su muerte, y yo no lo vi tan difícil; y no lo fue. Ni la puta que se la estaba chupando, ni la que se dejaba meter mano se dieron cuenta de que me acercaba, mucho menos él que estaba de espaldas a mí. Saqué dos agujas y, horizontalmente, las clavé de atrás hacia delante en sus rodillas. Las putas se quedaron blancas y no precisamente por su trabajo, salieron corriendo pero yo fuí más rápido, saqué las agujas de las rodillas y con precisión cirujana perforé sus tráqueas según pasaban por mi lado.
El estaba de rodillas en el suelo suplicando por su vida.
-Dime, ¿quieres vivir agónicamente, o morir agónicamente?
-VIVIR, POR FAVOR QUIERO VIVIR.
-Mala elección.
Y eso fue lo último que escuchó, recojí las agujas de las putas y las introduje en sus oidos hasta perforar sus tímpanos. Las saqué y tirando del pelo para que mirase hacia arriba corté con la daga ambos ojos y la nariz que después machaqué con la maza. Cojí la daga y le corté los labios por los lados, qué comica sonrisa. Por último le corté la lengua.
-No oyes, no hueles, no saboreas, no andas, no ves, pero vives porque eso has elegido yo te he matado sin llegar a matarte eres un muerto en vida.
Recojí mis cosas y me llevé alguna joya y dinero, ya no lo necesitarían.

jueves, 24 de febrero de 2011

La sirvienta

Yo era una sirvienta, llevaba toda la vida siéndolo y así seguiría siéndolo; o tal vez no. La casa en la que trabajaba era una gran mansión, tanto que tenía su propia torre del reloj. Esa mañana me encontraba limpiando la colección de jarrones chinos de porcelana de la dinastía Ming, los más caros del mundo. El amo entró y me dijo que qué hacía, mientras me metía mano bajo la falda. Le pedí que parase, pero no lo hizo. "Tu padre te vendió por unas monedas, puedo hacer contigo lo que yo quiera", y no dudéis de que así lo hizo.
Me sentía sucia, humillada, como si me hubieran robado algo irreemplazable. Un día, mientras recogía su escritorio, encontré un documento, en concreto su testamento sin heredero. Pero sí había heredero... yo lo tenía. Quería quitárselo todo, y así lo hice.
Una mañana me levanté pronto mucho más pronto de lo normal y até un harpón de sus colecciones a la lámpara del techo. Enganché un hilo al gatillo y a la puerta de su despacho, y até una cuerda muy larga al harpón que llegaba hasta la torre del reloj.
Me encontraba en la sala de máquinas. Engranajes gigantes giraban a gran velocidad mientras que otros lo hacían con abúlica lentitud. Un grito de dolor retumbó en toda la mansión y esa fue la señal que necesitaba. Agarré el extremo de la cuerda y lo arrojé a la maquinaria. Los engranajes devoraron con avidez la soga que a cada segundo acercaba a quien había hecho de mi vida un infierno. No tardó en pasar por delante mío con una expresión de horror e intentando agarrarse a cualquier parte, sin éxito. Y de la misma manera que los engranajes devoraron la soga, devoraron al amo. Como si fuera una simple ramita su cuerpo fue triturado tiñendo los engranajes de un rojo escarlata. En ese instante dieron las 12 campanadas.